Antônio Flávio Antonio Pierucci - foto: Folha de São Paulo
Si bien toda persona es insustituible, el fallecimiento de
Flávio Pierucci es sin duda una pérdida irreparable para el estudio de la
religión en Sudamérica. Más allá de su indudable carisma personal, fue un
académico de peso y características únicas. Su apoyo fue particularmente
importante para que la Asociación trascendiera más allá del sur de Brasil
-ámbito 'natural' en un principio, para las actividades relacionadas con el
Mercosur- y se proyectara hacia todo el vecino país. Fue recién en 1998, con la
realización de las VII Jornadas en Sao Paulo -gracias al esfuerzo de Reginaldo
Prandi pero sin duda también de Flavio- que este evento comenzó a atraer
académicos de todas las regiones brasileras.
Aunque nunca aceptó un cargo ejecutivo, su participación fue
siempre vital en nuestras reuniones. Como sucedía también en otros grandes
congresos de ciencias sociales brasileros, la presencia de Flavio en un panel
(como expositor o apenas oyente) era casi automáticamente garantía de que éste
valdría la pena. Era un escucha atento, y un polemista de alto nivel. Todos mis
recuerdos de discusiones académicas memorables lo tienen como uno de los
protagonistas principales. Se coincidiera o no con sus planteos, era obvio que
eran interesantes, pertinentes y elevaban el nivel del debate a alturas poco
frecuentes y sin duda más disfrutables.
Tenía un estilo frontal -poco 'brasilero', y más bien
'argentino', lo que quizás explica lo bien que se llevaba con muchos de
nosotros- que en ocasiones lo llevaba a ser poco diplomático. Sin embargo,
siempre fue honesto e intentaba ser objetivo. En algunas oportunidades lo he
visto ser implacable con sus 'adversarios' intelectuales y en otras,
francamente admirativo de las mismas personas. Defendía con claridad y pasión
sus posiciones, pero no era dogmático -podía comprender posiciones
alternativas. En un campo académico constituido cada vez más por autistas que
difícilmente puedan interactuar con otras perspectivas prefiriendo ignorarlas,
Flavio era una rara avis que leía extensamente a sus colegas de la región y los
escuchaba con una atención infrecuente y encomiable, planteando diálogos
sinceros, francos y enriquecedores. Varios de sus artículos tuvieron la misma
cualidad abarcadora y polémica, generando respuestas y discusiones que mucho
elevaron nuestro nivel de conocimiento sobre la religión, y porqué no, también
de deleite grupal en la práctica académica.
Fue sin duda uno de los principales protagonistas en la
constitución de un campo de estudios sobre religión -en Brasil y en el
Mercosur- y su pérdida nos empobrece de maneras que aún no podemos empezar a
comprender adecuadamente. Personalmente, no tengo dudas de que su ausencia hace
que el estudio de la religión se vuelva un lugar mucho más árido y aburrido. Lo
vamos a extrañar, y mucho.