La religión como lenguaje de la cultura

La cultura como expresión de la religión

sábado, 17 de diciembre de 2011

jueves, 1 de diciembre de 2011

Antropología del Pentecostalismo Televisivo - Presentación de libro


Presentación del libro El Pentecostalismo Televisivo de Juan Mauricio Renold como parte de las actividades del X Congreso Argentino de Antropologia Social.
Puan 470, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.


miércoles, 30 de noviembre de 2011

Mitopoéticas del Creer: Charla con Juan Batalla


En Fundación OSDE - Suipacha 658 - Primer piso
¡La muestra está muy buena!


martes, 22 de noviembre de 2011

Gramajo Gutiérrez y las cosas del creer...

Sandías y melones (Vendedoras de la estación), 1954. Oleo s/madera 60 x 70 cm.


Página 12, martes 22 de noviembre de 2011. 
Plástica: Gramajo Gutiérrez (1893-1961) en la Fundación OSDE
Sobre un gran pintor redescubierto
Una muestra antológica de Alfredo Gramajo Gutiérrez permite redescubrir a un gran artista, que fue “el pintor nacional” de los años veinte del siglo pasado, pero cuya obra, luego de su muerte, fue insuficientemente difundida y poco reconocida.
Por Fabián Lebenglik

El Espacio de arte de la Fundación OSDE presenta la muestra antológica Las cosas del creer-Estética y religiosidad en Gramajo Gutiérrez, con curaduría de María Inés Rodríguez y Miguel Ruffo, a modo de redescubrimiento de este gran pintor y dibujante argentino que vivió entre 1893 y 1961. Aunque su estilo personalísimo causó inicialmente polémicas entre la crítica, a partir de la década del veinte, Gramajo Gutiérrez fue bautizado por Leopoldo Lugones como “el pintor nacional”, pero luego de su muerte se transformó prácticamente en un desconocido. Para quien nunca ha visto sus pinturas, esta muestra resultará de enorme impacto. El abanico que recorre sus obras va de lo documental a lo fantástico y de lo antropológico al realismo mágico. Gramajo Gutiérrez tiene un conocimiento de la cultura popular, un manejo del color (que por momentos anticipa el pop) y un apego por el detalle (por cada brizna de pasto y cada arruga de la cara), que su obra provoca un interés inmediato. La religiosidad –punto de partida de la exposición– tiene más que ver con las síntesis, mezclas y sincretismos de la espiritualidad popular, que con la ortodoxia de los oficios y en este sentido la pintura sobre ciertos momentos de ritualidad religiosos resultan reveladoras condensaciones de símbolos, culturas y prácticas.
Alfredo Gramajo Gutiérrez nació en Tucumán en 1893, se mudó a Buenos Aires poco antes del Centenario, se formó artísticamente en cursos tomados en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y asistió a talleres hasta que en 1917 se recibió de profesor de dibujo. Trabajó toda su vida en los Ferrocarriles, lo que le permitió viajar por el país y volver una y otra vez a Tucumán y a las provincias del Norte.

 (Imágenes Gramajo Gutiérrez, website Fundación OSDE)

Los paisajes de Gramajo Gutiérrez tienden a la completud, porque exhiben una mezcla de registro humano, relevamiento topográfico y mirada detallista de lugares y situaciones. En cada escena el pintor busca agotar descriptivamente lo que muestra hasta el punto de incluir los estados de ánimo, así como los mitos y leyendas populares.
El capítulo de la “canonización” de Gramajo Gutiérrez por parte de Leopoldo Lugones es así explicado y valorado por María Inés Rodríguez y Miguel Ruffo: “Lugones, instituido en una fuerza central del campo intelectual argentino, empeñado en construir desde su singular y controversial modernismo una identidad nacional en términos poéticos, culturales, lingüísticos e incluso étnicos, había obtenido el lugar del poeta nacional. Era entonces la única, verdadera y legítima autoridad capaz de legislar sobre el lenguaje y la cultura. En su extenso artículo ‘El Pintor Nacional’, en las páginas de La Nación, Lugones afirmaba: ‘Sabe vivir la humanidad de la patria’. Así, desde una temprana valoración de la destreza artística de Gramajo, instalaba las claves de una genealogía en el ‘realismo cuasi grotesco, en su realismo siniestro (...) del gran arte español’ y realizaba una lectura de su obra que lo definiría y trascendería”.
Apenas se había lanzado al campo artístico en 1920 se publicó un reportaje en el que el periodista le pregunta al pintor y dibujante: “Usted se complace en pintarnos la vida dolorosa y amarga. ¿Es una tendencia espontánea de su temperamento?”. Y GG responde: “Es el libro abierto de mi vida. Nací en un paisaje gris, en un poblado tucumano, donde el diablo andaba suelto saturando al paisaje con su aliento e induciendo a los vecinos a cosa de brujería”. Del realismo a lo fantástico en un solo paso.

 (Imágenes Gramajo Gutiérrez, website Fundación OSDE)

Según escriben los curadores, GG “estaba inmerso en el clima renovador y revolucionario de los pintores que provenían de Europa, tanto de los que se mantenían en los márgenes clásicos –por ejemplo, el joven Spilimbergo o el ya maduro y americanizado Sívori–, como también de los emergentes y revolucionarios –Del Prete y Xul Solar–. Se vinculó con Antonio Berni, militante de un original realismo social, y con otros artistas que luego fueron seguidos por las vanguardias del cuarenta”.
Entrada la década del veinte, Gramajo Gutiérrez fue haciendo pie en el ambiente artístico y cultural, gracias a la participación en salones locales e internacionales. En 1926 ganó el Primer Premio y Medalla de Oro en la Exposición de Sevilla. En 1928 obtuvo el Primer Premio Municipal y en 1938 el Premio Nacional Eduardo Sívori. Ganó dos años seguidos (1938 y 1939) el Segundo Premio Nacional y en 1954 recibió el Gran Premio de Honor del Salón Nacional (1954). Murió en 1961, en Olivos, provincia de Buenos Aires.
La muestra incluye documentación que ayuda a conocer la vida y exposiciones del artista; además de bocetos y objetos de su taller, que ofrecen al visitante un acercamiento para comprender su método de trabajo.
Visitas guiadas: los miércoles a las 18 y los sábados a las 17.

* En el Espacio de Arte de la Fundación OSDE, Suipacha 658, 1er. piso, de lunes a sábado, de 12 a 20, hasta el 14 de enero de 2012. Entrada libre y gratuita.

Encuentros con los curadores de la muestra:
Este viernes, 25 de noviembre, y el jueves 12 de enero, a la misma hora, habrá sendos encuentros con los curadores: María Inés Rodríguez es licenciada en Historia y directora del Museo Roca. Ha publicado diversos artículos. En 2004 ganó la mención especial en el Premio a la Investigación otorgado por la Fundación Telefónica, la Fundación Espigas y Fiaar, con Alfredo Gramajo Gutiérrez: ¿Pintor de la Nación o documentalista antropológico?
Miguel Ruffo es profesor y licenciado en Historia (UBA). Doctorado en Historia, se desempeña como jefe del Area de Investigación del Museo Histórico Nacional. Publicó diversos artículos. En 2004 ganó la mención especial en el Premio a la Investigación otorgado por la Fundación Telefónica, la Fundación Espigas y Fiaar por Alfredo Gramajo Gutiérrez: ¿Pintor de la Nación o documentalista antropológico?

lunes, 21 de noviembre de 2011

viernes, 11 de noviembre de 2011

Eramos pocos y se vino el 11-11-11


El Clarín de hoy dedicó sus primeras cuatro páginas y una foto en tapa a comentar/anticipar/ crear la "expectativa" que despierta (?) el hecho de que hoy sea 11-11-11. 


Para -o entre- quiénes despierta "optimismo y temor" esta fecha? Con su particular forma de redactar titulares y copetes -continuamente parodiada por la revista Barcelona-, nos enteramos que "para algunos" (tapa) o, más específicamente, para "los fanáticos de la meditación" (?) (página 3).


Nos enteramos también de la clarividencia del redactor de los títulos, ya que mientras el periodista dice en la nota que, según el encargado de la Secretaria de Turismo de Capilla del Monte se esperan 12 mil personas, el titular ya lo da por hecho.


Finalmente, y ya desafiando nuestra propia credulidad, el periódico nos informa que "crece el riesgo a los "miedos imaginarios" " -síndrome que ya tendría su propio nombre: "calculia". Bueno si uno de los principales diarios del país le dedica 4 páginas y parte de su tapa a comentar un no-evento, no hay nada de qué asombrarse, verdad?


Ver también:
La nota de Alejandro Agostinelli:
http://factorelblog.com/2011/11/10/%C2%A1no-me-tires-abajo-el-portal-hermanito/
Un trabajo viejo mío sobre la cobertura periodística del milenio:
http://www.naya.org.ar/religion/XJornadas/pdf/8/8-Frigerio.PDF

jueves, 10 de noviembre de 2011

Gente de fe (4)

Bueno, ahora sí, recolocaron la Virgen en el estadio de Colón. Fin (?) de la historia...


Nota en:
http://www.clarin.com/sociedad/Final-novela-Virgen-estadio-Colon_0_588541233.html

domingo, 23 de octubre de 2011

Gente de Poca Fe (3): La historia de la Virgen "mufa"

Como diría Luca Prodan, "esto sí que es.. Argentina!"

Foto: Diario Uno, para Pägina 12

Página 12, domingo 23 de octubre. Sociedad.
Se aclaró la insólita peripecia de la imagen que desapareció del estadio de Colón de Santa Fe.
La historia de una Virgen mufa
Desde que la pusieron en el estadio, en 2001, los jugadores dicen que la suerte les fue esquiva. De pronto, la imagen desapareció. La Iglesia protestó, hubo polémica en la hinchada, pintadas y una causa judicial. Ayer, el jugador Ariel Garcé admitió que la bajaron y se rompió “por accidente”.
 Por Soledad Vallejos


De la noche a la mañana no estuvo. Una Virgen de Guadalupe de dos metros y medio de altura, blanca, encaramada en lo alto de un estadio de fútbol, ¿podía desaparecer? En Santa Fe, el destino incierto de la imagen religiosa entronizada en el Club Colón había alimentado un mes y medio de versiones, una denuncia penal contra el club de fútbol (por “robo calificado por escalamiento”) y dos allanamientos a la sede, una “misa de desagravio” hacia la estatua consagrada (y forzosamente ausente en el homenaje), otros dos comunicados oficiales. La saga de “la Santísima” que presidía el estadio desde 2001, cuando fue entronizada por el entonces arzobispo Edgardo Storni –quien renunció, acusado de haber abusado sexualmente de seminaristas–, revolucionó una ciudad poco acostumbrada a graffiti soliviantados contra jugadores del equipo. Como el que reclamaba: “(Ariel) Garcé ateo devolvé la virgen”. Ayer se supo que el jugador se hizo cargo: admitió en la justicia haber sacado la imagen y dijo que la estatua se les vino a romper justo cuando la trasladaban... para restaurarla.
La intriga que mantuvo en vilo a la ciudad desde principios de septiembre terminó (¿terminó?) esta semana. En la sorpresiva desaparición de la estatua que presidía la cancha del Club Atlético Colón “no hubo brujo, ni mufa ni ninguna de las cosas que la imaginación popular”, dijeron en un comunicado jugadores e integrantes del cuerpo técnico. Y explicaron que “todo fue a causa de nuestras buenas intenciones”. Por intentar “mejorar la imagen advocatoria de la Virgen Santísima”, la sacaron de su lugar, en lo alto del Estadio Brigadier López; camino al taller del restaurador se rompió. Pero “la Virgen ha triunfado iluminando al artista para que de la reconstrucción surja una imagen aún más hermosa”, dice el comunicado.
Hasta entonces, con el correr de las semanas, el minué de enfrentamientos había recrudecido hasta ganar actores de peso: el presidente del club, Germán Lerche, aliado de Julio Grondona en la AFA, no sólo recibía indirectas del sacerdote de la basílica de la Guadalupe, Olidio Panigo, sino también del arzobispo provincial, José María Arancedo, a quien los rumores sindican como sucesor del cardenal Jorge Bergoglio (cuya renuncia, por cumplir 75 años, sucederá en algunas semanas).
Después del temporal
Ahora que los cruces parecen haber amainado, el arzobispado de Santa Fe declinó realizar declaraciones. Pero un sacerdote especializado en derecho canónico explicó a este diario que el enojo eclesiástico se debe a que la desaparición de una imagen consagrada se considera “un agravio moral y religioso”, aun cuando se trate de propiedad privada de terceros. “En este caso, la Iglesia ejerce un tutelaje moral porque se trata de una imagen religiosa. El problema surge porque se trata de un objeto religioso que se ha roto. Si la hicieron desaparecer, como todo indica, es un agravio a la imagen.”
De todos modos, fuentes del Arzobispado santafesino fueron explícitas cuando este diario las consultó esta semana: “La última palabra pública sobre el tema fue la homilía del domingo” pasado (ver aparte).
Las autoridades religiosas también desmienten toda relación con Ulrich Lehmann, el abogado (y descendiente del formador de Rafaela) que, una vez que las autoridades del club reconocieron la ausencia de la Virgen blanca, radicó una denuncia penal. Al comenzar el trámite, la fiscalía había entendido que la investigación debía hacerse por “daño calificado”; poco después, el juez de instrucción de la 5ª nominación, Darío Sánchez, decidió imputarla como “robo calificado por escalamiento”. Luego, realizó dos allanamientos a la sede del club para secuestrar documentos. Además, ordenó que al club no ingrese ninguna nueva o vieja escultura de la Virgen, hasta tanto no hubiera sido previamente peritada por la Justicia.
El club, que ya había reconocido que la estatua no se encontraba en el estadio, acudió a tribunales. El presidente, Germán Lerche, planteó que haber retirado la imagen de la cancha no es “delito de acción pública que justifique la prosecución de esta investigación”. No hubo crimen: “No hay desapoderamiento, no hay daños cometidos por terceros y no se advierte dolo ninguno”. Lerche, quien a la hora señalada para la entrevista con este diario, se esfumó como la Virgen, pidió también al juez Sánchez que se cerrara la causa. Para qué seguirla, explica el escrito, “cuando la institución propietaria manifiesta expresamente que no ha sido desapoderada ni afectada en sus derechos”.
Pero la causa siguió impertérrita y con nuevas actuaciones hasta esta semana, cuando Lerche recusó a Sánchez por considerar “medidas exorbitantes” los allanamientos en los que “innumerables móviles y efectivos policiales coparon las entradas al club y al estadio”. A fines de esta semana, debería haber una resolución al respecto. Lehmann, el abogado preocupado por la integridad de la estatua, no se negó a hablar con los medios cuando radicó la denuncia; pero desde entonces se llamó a silencio y no atiende sus teléfonos. Poco antes, había advertido que analizaba presentarse a la delegación local del Inadi para pedir que se investigue si existió discriminación religiosa.
La dama desaparece
Patrona de América Latina desde 1945; emperatriz de América desde el 2000 gracias a Juan Pablo II; patrona de Santa Fe; fue vista por última vez el 28 de agosto. Ese día, jugando de local, Colón de Santa Fe perdió por 2 a 0 ante Unión, su rival clásico. El club venía de una seguidilla sin victorias, pero la estatua de la Virgen en oración, con sus dos metros y medio de altura y su blancura intensa, permanecía allí. Había estado, también, según recordaron memoriosos en diálogo con este diario, la noche en que Argentina quedó eliminada de la Copa América, por penales y ante Uruguay.
Luego llegó el rumor. Durante semanas, recordaron periodistas locales y allegados a sectores deportivos y religiosos, una especie aseguraba que la imagen de la Virgen había tenido un destino infausto. Las versiones no decían cómo ni cuándo, pero sí señalaban como prueba el vacío que había dejado en lo alto de las tribunas la desaparición de la estatua donada, hace diez años, por un viejo director técnico del club, Jorge Fossati.
La primera voz autorizada emergió desde dentro del propio club. El entonces dirigente Alberto Lotuf aseguró que había visto todo. “(Ariel) Garcé se trepó con una grúa hasta el lugar donde estaba la Virgen”, declaró, al tiempo que explicaba que eso habría sucedido porque el jugador consideraba que la imagen tenía responsabilidad en los malos resultados futbolísticos del equipo. Tras la denuncia, Lotuf renunció.
Con los días llegaron los detalles. Haciéndose eco de lo que señalaban como rumores, los medios referían escenas infaustas; sólo eventualmente los testimonios estaban acompañados por rostros y nombres. Trascendieron, también, algunas declaraciones judiciales, como aquellas según las cuales vecinos de la localidad de Monte Vera habían visto a un “brujo y vidente” ciego destrozar la imagen.
Alguien aseguró que, antes de los ruidos de golpes, había visto la estatua atada a un sauce en casa del curandero. Reconoció que lo contaba con indignación, porque “ni que fuese un animal la Virgen, la van a tener así atada”.
Ayer, la saga sumó un nuevo capítulo, aunque nadie puede asegurar que sea el último. El jugador Ariel Garcé presentó un escrito en la justicia en el que, en soledad, se hace cargo de todo. Dice que participó en el retiro de la imagen, que todo era con la buena intención de llevarla a restaurar, pero que la desgracia quiso se justo viniera a romperse cuando la llevaban rumbo al taller del escultor. Entonces, sostiene el “Chino” en su presentación judicial, se asustó al verla rota y por eso tiro todo: “Al ver la imagen rota me asusté, no supe qué hacer, pensé que los compañeros se iban a enojar conmigo, empecé a insultar, a llorar, y terminé arrojando los restos de la escultura”. Además, indicó que Lerche y Arancedo sabían todo desde el principio.
Saúl Millar, el autor de la primera Virgen, se ocupó en seguida de hacer un reemplazo. Y admitió que la nueva estatua es diferente a la original. Ahora solo resta saber si la versión logra cambiarle la suerte al plantel sabalero.

Subnotas relacionadas: 
EL CRUCE ENTRE EL CLUB Y EL ARZOBISPADO DE SANTA FE
LA ENTRONIZACION DE LA VIRGEN

miércoles, 12 de octubre de 2011

El Gauchito Gil -según Rolando Hanglin

Foto: Alejandro Frigerio. Córdoba, Departamento Unión.


Lanacion.com - Martes 11 de octubre de 2011 
El Señor González, el Gauchito y el Ekeko
Por Rolando Hanglin

Mi amigo, el señor González, nació en el seno de una familia católica. Su papá, nacido en Asturias, no tenía ninguna duda sobre lo que era y lo que debía ser. En cambio, su madre, de origen alsaciano y confesión calvinista, era un poco más elástica en algunas cosas. Trabajar y proceder rectamente, eso desde ya. Pero comulgar y creer en los santos hasta el extremo de la idolatría, no. Y en la Virgen, mucho menos. Eso no.
De todos modos, los alsacianos tienen la idea de que cada persona, al emigrar, debe adherir a la religión del país donde ha echado raíces. Por lo tanto, Margueritte se hizo católica y... Alors, c´est tout! Así pues, González se crió en un hogar cristiano, aunque amparado en ese catolicismo ma non troppo que es típico en la clase media argentina. Tomar la comunión y respetar a Dios, su hijo Jesucristo y -sobre todo- la Santísima Virgen María. Pero hasta ahí: esto no significa ningún compromiso en la vida concreta. Ningún mandamiento especial, límite infranqueable o norma sagrada. Nada. Sólo la sensación de pertenecer, de estar dentro del mundo de los normales, los verdaderos, los buenos.
Cuando González era chico, más allá de este círculo de familias "como la gente" se encontraban los otros, con sus extrañas costumbres y principios desviados: los judíos, los musulmanes, los turcos, los armenios, los ateos, los japoneses. Porque en aquel entonces, González ignoraba que los japoneses de la Argentina son generalmente católicos, mientras que casi todos los sirios, libaneses, y armenios pertenecen a los ritos cristianos de Oriente, conocidos como "ortodoxos". Aunque existe, desde luego, una comunidad islámica, que ha crecido en estos años.
En fin: pasó la infancia, pasó la adolescencia, pasó la juventud, pasó incluso la edad adulta, y hoy el señor González es un hombre mayor. Ha dejado atrás la Primera Comunión, los escarceos con la Guardia Restauradora Nacionalista (ultra-católica) en primer año del secundario, los peligrosos intentos de militancia en Montoneros -ya con ideología marxista- y pasó incluso una primavera budista, de fondo hippie tardío, después de su primer divorcio.
Hoy día, con hijos y nietos, con una buena casa en Parque Leloir y una pareja estable, más por la veteranía de ambos que por el amor que se profesan -aunque se quieren y se desean mucho, dentro de lo que cabe- el señor González ha organizado su propia religión. Un sincretismo donde se cruzan distintos ritos paganos de raíz criolla, que por algún motivo están inscritos en nuestro ADN.
Nuestro hombre tiene un altar en su casa, con velas coloradas encendidas durante las 24 horas. Para ser exactos, digamos que se trata de una pequeña biblioteca, pintada de bermellón. En la tapa superior se hallan dos estatuillas de terracota: una representa al Gauchito Gil, y la otra al Ekeko.
El señor González ha organizado su propia religión. Un sincretismo donde se cruzan distintos ritos paganos de raíz criolla, que por algún motivo están inscritos en nuestro ADN.


Foto: Alejandro Frigerio. Córdoba, Departamento Unión.

El gauchito Gil no es un Dios. Bien al contrario: fue una persona histórica de carne y hueso. Antonio Mamerto Gil de la Cuadra, un paisano violento, pecador y hasta bandolero. Alrededor de 1840, en las guerras intestinas de la provincia de Corrientes, se enfrentaban los celestes y los rojo punzó. Esta es la rivalidad ancestral de nuestro país: los celestes, de mentalidad europea y liberal. Los rojo punzó, de sentimiento federal, nacional, arraigado en la tierra y más bien monárquico, o autoritario. Pero también puede interpretarse al revés.
En la realidad, muchos celestes se han pasado al bando rojo punzó y viceversa. En el fondo, es sólo una cuestión de piel y simpatías personales.
El gaucho Antonio Gil fue convocado a la leva, para combatir en la guerra civil. Cuando advirtió que debería matar a sus parientes, Gil huyó. Se convirtió, pues, en un gaucho alzado. Vivió del robo y la violencia. Se guareció en los montes de su provincia, ocupada por grandes bañados, selvas tropicales y campo silvestre. Cierto día, un sargento, con su tropa, lo prendió e informó del sucedido a la superioridad. La orden fue: trasladarlo a Goya, Corrientes, donde existían tribunales para su juzgamiento. Pero, mientras tanto, los amigos de Gil visitaron a una cantidad de hacendados influyentes y jueces de paz, de quienes obtuvieron un decreto de indulto. Pero llegaron tarde.
Gil fue trasladado por la patrulla a Goya para someterse a lo que dictara el tribunal. En el trayecto de Mercedes a la ciudad principal, se le aplicó la ley de fugas. Esta establece -o tal vez no establece sino más bien presupone, porque no es una verdadera "ley"- que, en determinados casos, se simulará que el delincuente intentó huir, y por lo tanto se lo abatió a tiros. A veces, esta ejecución se cumplía mediante un fusilamiento, pero en otros casos -para ahorrar munición, que era carísima- se degollaba al prisionero como si fuera un cerdo. El resultado era que, por pereza o con el deliberado propósito de darle al tema un final expeditivo, la patrulla policial se ahorraba el duro viaje a caballo hasta Goya, y la fuga del acusado quedaba evitada de una vez y para siempre.
Esto hicieron con Gil: le ataron las manos y lo colgaron de los pies, cabeza abajo, en una rama de ñandubay. En ese instante, dijo el Gaucho:
-Mirá che sargento, vos que me vas a matar. Derramarás sangre inocente y esta sangre es milagrosa. Por eso te digo: cuando llegués a tu casa, verás que tu hijito está enfermo grave, y yo te lo sanaré desde el otro mundo. Entonces vendrás a rendirme honores.
Así sucedió, con todos los detalles. El sargento, atormentado por la culpa, volvió al sitio donde había enterrado malamente a Gil -con ayuda de los soldados cómplices- y le construyó una rústica cruz de ñandubay. En ese sitio se alza hoy el santuario de Gil, donde se congregan un día de enero cientos de miles de promesantes. A principios del siglo XX, acudían muchedumbres con bandera celeste. Hoy por hoy, la bandera colorada predomina abrumadoramente, en todos los templetes y altares de Gil. Se ven en cada ruta o cruce de caminos de nuestro país. En otras palabras: puede ser de uno u otro bando.
Detalle fundamental: en los pequeños altares, Gil está preso. Es un paisano con vincha, bota de potro que deja ver los dedos del pie, y poncho al hombro. Se encuentra siempre parado, nunca en reposo, detrás de las rejas de un calabozo. Es decir: es víctima de una injusticia.
Todos los hombres somos -o nos sentimos- víctimas de una injusticia, y a todos nos llega el mensaje del Gaucho Gil.

Debemos agradecerlo al Altísimo: nos brindó la figura de un hombre común, pecador y sinvergüenza, que fuera -igual que nosotros- la víctima de una injusticia. Por eso Gil no es religión, no es dogma, no es Teología. Es la vida en la calle y la muerte en el pecado. Aquí, entre nosotros, muchas veces admiramos la espiritualidad del pueblo hindú, sus santones, sus filósofos, sus gurúes, sus grandes cerebros, sin ver que la República Argentina es cuna de numerosos cultos populares, cada uno con su belleza y su drama, al alcance de cualquier mortal: la Difunta Correa, San La Muerte, Gilda, la Salamanca, el Arbol de Huecufú y otros mil.
Todos los hombres somos -o nos sentimos- víctimas de una injusticia, y a todos nos llega el mensaje del Gaucho Gil
Así las cosas, el señor González se hizo amigo del gauchito Antonio Gil (la semi-religión más pujante de nuestro país, por amplio margen) y también del Ekeko.
¿Qué es el Ekeko? Es un idolillo de origen incaico y aymara, que representa la prosperidad y el placer. Actualmente, existe en Lima (Perú) una Casa del Ekeko donde pueden adquirirse distintos modelos de este simpático diablo-pillo. Por lo general, se lo representa en ojotas, con un poncho y tal vez un sombrero. Alza los brazos, y eso nos permite colgarle pequeños tributos en miniatura. Una bolsa de oro, una tinaja para almacenar maíz y granos, un morral lleno de dinero. Además, forma la boca en "O" para que le coloquemos un cigarrillo encendido. El ekeko lo fuma. Es decir, el cigarro se consume solo. Este espíritu ayuda al criollo en todo lo relacionado con el placer, el vicio, el sexo, la bebida, los excesos.



El problema es que un ekeko no puede comprarse. Es hijo de la lujuria y la ilegalidad: sólo podemos poseer un idolillo robado o regalado. Habrá de negociarse, pues, con el comerciante en artículos regionales, la compra de numerosos ponchos, ojotas y boinas tejidas, de modo que un lindo ekeko nos venga de yapa. Pero no comprado. La figura no representa a un indio colla sino a un criollo. Un mestizo, frecuentemente con bigotes y chambergo.
Decíamos, entonces, que en el pequeño altar casero de González hay un Gauchito y un ekeko.
Cada mañana, al levantarse, nuestro hombre -que ya ha olvidado los rituales católicos propiamente dichos, aunque los respeta- se acerca al altar, baja la cabeza y pega tres suaves golpes en la madera para despertar al gauchito. Si está en lo posible, enciende un cigarrillo para el ekeko.
La República Argentina es cuna de numerosos cultos populares, cada uno con su belleza y su drama, al alcance de cualquier mortal.

Foto: Alejandro Frigerio. Córdoba, Departamento Unión.

Y murmura, muy bajito, la siguiente plegaria: "Gracias Gauchito, por todo lo que me has brindado. Te pido para mis hijos una linda carrera profesional. Que se sientan amados, valorados, seguros, necesarios. Te pido que mi mujer sienta mi afecto por sobre todas las cosas. Y que yo la pueda atender como antes, cuando era potro y diablo. Dando placer y recibiéndolo. Devolveme el sexo de otrora, cuando era joven. Sacáme el dolor, por favor. Todo tipo de dolor. Con las mujeres que me traicionaron, dame una nueva oportunidad para vivir un final más digno, justo y claro. Pero si no te parece, dejalo así como está. Ellas también han sufrido. Por favor, Gauchito, ayudame: que mi mujer piense más en mí que en sus hijos, nietos y amigas. Que no me quiera gobernar, porque ya no lo soportaría. Que nadie toque mi plata, Gauchito, y si alguien lo hace, te pido me ayudes a juntar coraje para matar a esa persona. Y a vos Ekeko, especialmente, te pido que me hagas llegar la plata necesaria para ver a mis hijos y nietos un poco más seguido -sin exagerar- y me des una linda convivencia sexual con mi mujer. Quiero que esté caliente y que sienta la pasión de verme caliente a mí. Gracias Gauchito. Gracias Ekeko".
Esta es, más o menos, la plegaria cotidiana del señor González. Por la mañana, en la hora de la oración (18-19) y en todo momento. Cada vez que pasa frente al altar, donde siempre hay dos cirios encendidos, uno colorado y otro blanco, esta plegaria se repite mentalmente, y al pasar frente a su efigie se saluda a Gil con tres golpecitos en la madera.
Evidentemente, la religiosidad del señor González no tiene nada que ver con ningún credo civilizado. Es sólo la fuerza de la vida, el ansia de seguir respirando, la pasión de un hombre común. Dios, el Todopoderoso, le queda demasiado lejos.
Es que el Altísimo está allá, por encima de las nubes, pasando las estrellas, más lejos aún que las galaxias más remotas. ¿Qué puede tener en común con nosotros, los escribas, los salteadores, las prostitutas, los mercaderes, los tramposos, los labradores, los domadores de potros, los poetas de un bar roñoso, las casadas infieles, los asesinos que cobran a un peso el muerto? ¿Qué negocio puede hacer Dios con nosotros?
Por eso, González se resigna a este pequeño ritual secreto con sus tres golpecitos argentinos, más cerca de la cábala y la martingala que de la Teología.
¡Poco, poquito y nada tienen que ver los teólogos con nuestra geografía de abortos, fracasos, revanchas y orgasmos!
González es ateo, pero tiene su entendimiento con el Ekeko y el Gauchito Gil..

Fuente (y comentarios):

martes, 13 de septiembre de 2011

Gente de poca fe (2)


(Ver entrada anterior al respecto)

domingo, 11 de septiembre de 2011

11/9: Reliquias del siglo XXI

Me pareció interesante la reflexión del historiador galés. 
Las fotos que acompañan son de los alrededores de Ground Zero, en diciembre de 2008. La vecina iglesia de Saint Paul's, donde los socorristas hicieron base y fueron auxiliados material y emocionalmente por la congregación, está llena de altares y memoriales a las víctimas y a los rescatistas.



Clarín – Opinión, 7 de septiembre de 2011.
Una colección de reliquias del siglo XXI
Por Hywel Williams – Historiador galés, especializado en la Edad Media.


La pasión por las reliquias fue un fenómeno de la cristiandad, sobre todo en Siria y Palestina antes de que el ascenso del Islam en el siglo VII convirtiera a los cristianos de la región en refugiados. Los entusiastas llegaban a Europa occidental con sus bolsos de huesos amados, pero a la iglesia latina no le gustaba. Los teólogos lo consideraban ordinario, y los obispos recelaban de las multitudes que se reunían para adorar a los santos muertos.
Una vez que se arraigó en Europa occidental, el culto a las reliquias de santos se negó a desaparecer.


Luego de fracasar con la condena, las autoridades eclesiásticas trataron de controlar el comercio lo mejor posible. Se establecieron pruebas para determinar la autenticidad de las reliquias y descartar las falsas.
El control eclesiástico, sin embargo, era siempre precario, por lo que eran las congregaciones locales las que determinaban si un santo era popular o no. A medida que se multiplicaba la devoción, se fueron sumando nuevos milagros a los originales de cada santo. Pero hasta si se obvian las curas milagrosas y las apariciones, nos quedan genuinos ejemplos históricos de sufrimiento, valor y resistencia, de convicción transformadora y de esperanza.



Los objetos que tocaron los santos, tales como la ropa, adquirieron su propio poder especial en la Edad Media , y si bien no se los consideraba tan milagrosos como los huesos, esos fragmentos eran de todos modos un vínculo con el mundo del espíritu.




Poco antes de conmemorarse el décimo aniversario del 11 de septiembre, una iniciativa del diario The New York Times demuestra que las reliquias siguen teniendo gran fuerza . En pleno verano de Manhattan, se pide a los lectores del diario que organicen su colección de reliquias de principios del siglo XXI : cascos de construcción usados ese día, trozos de papel procedentes de las oficinas de las Torres Gemelas que volaron por toda la ciudad, fotografías de los muertos y cruces creadas con mármol y acero del World Trade Center.




Esos objetos, que se presentarán en una edición conmemorativa del diario, recuerdan los aniversarios de los mártires que marcaban el ritmo del año en la civilización medieval . No se trataba de ocasiones en la que se miraba hacia atrás, sino de afirmaciones de fe, y de una forma muy específica. Los fieles no consideraban que los huesos de los mártires fueran objetos inanimados.



Esos fragmentos anticipaban un futuro juicio final , cuando el cuerpo de cada ser humano que había muerto resurgiría a partir de los elementos que alguna vez lo habían constituido. Era la resurrección de la carne, y se aplicaba a todos, no sólo a santos y mártires.

Ese elemento del credo ahora parece tan extraño e improbable que prácticamente ningún cristiano lo menciona. Sin embargo, la resurrección de la carne era algo que apelaba a la imaginación porque afirmaba la creencia en la vitalidad y la perdurabilidad humana incluso ante la pérdida y el peligro . No era una metáfora, sino una forma de vida, y en 2011 esas reliquias del 11 de septiembre comunican el mismo mensaje.



Copyright The Guardian, 2011. Traducción de Joaquín Ibarburu

sábado, 10 de septiembre de 2011

miércoles, 7 de septiembre de 2011

viernes, 26 de agosto de 2011

Día de Ceferino Namuncurá

Fotos de altares a Ceferino en Neuquén, tomadas por Cecilia Galera...






martes, 23 de agosto de 2011

Homo Sacro



Página 12, contratapa. 23 de agosto de 2011
Homo Sacro
Por Rodrigo Fresán


UNO- Rodríguez se dispone a ver la vuelta de la Súper Copa. Día más caluroso del año. Y la noche en llamas promete los fuegos eternos de un duelo nunca resuelto –el Barça/Real Madrid– que, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en algo endemoniado. El clásico servirá, piensa Rodríguez, para exorcizar al plasma poseído por la llegada del siempre demandante y poco dado a la disculpa Benedicto XVI: algo así como el mal perdedor y mal ganador Mourinho de los Papas frente a ese Juan XXIII que es el beatífico y deportivo Guardiola. Rodríguez está listo para comulgar: olivas, cerveza, patatas fritas Lay’s. Rodríguez abre bolsa, mete mano, y comete el error de mirar patata frita antes de llevársela a la boca. En la patata frita que sostiene Rodríguez ha aparecido el rostro de Jesucristo.

DOS- Y lo primero que piensa Rodríguez es que alucina por sobredosis mediática alrededor de la –van tres desde 2006– nueva visita papal. Ejercicio de idolatría poco cristiano, razona Rodríguez. Rodríguez respeta toda fe pero no a los administradores de la fe y, en las últimas horas, Rodríguez hasta ha pensado en retirarse a un monasterio con voto de silencio para no seguir oyendo tanto aleluya histérico. Lo que no ha impedido que Rodríguez se haya enterado de algunas cosas. De que España (contrario a lo que pensaba) no es un estado laico sino aconfesional: versión light del laicismo, pero con casi todas las obligaciones de un gobierno muy católico que paga facturas de los príncipes de la Iglesia y soporta que le organicen manifestaciones en contra. De que en la península hay cada vez menos sacerdotes. Y de que los menguantes jóvenes creyentes no gustan de rendir culto y consideran a la Iglesia poco cercana a sus problemas, ostentosa y entrometida políticamente. De que a la hora de pronunciarse acerca de qué les despierta más confianza a los ibéricos, una encuesta reciente muestra que –entre 41 rubros– los científicos y los médicos ocupan la posición más alta, mientras que la Iglesia y los obispos son arrojados a las profundidades, sólo superados en recelo y pocas expectativas por el actual gobierno, bancos, partidos políticos y políticos a secas. Rodríguez se ha enterado también de la reprimida marcha laica. “Menos crucifijo y más trabajo fijo”, tronaban, contra tanto boato imperial, incrédulos varios, indignados surtidos, 147 colectivos cristianos y muchos sacerdotes. Y de que allí se protestó, en tiempos de recortes sociales, por el gasto desmedido de dinero público y privado (deducible de impuestos, claro) financiando estadía y discursos condenatorios del Santo Padre. Y de que estos laicos han sido catalogados como “parásitos” y “aprovechados” por los anfitriones clericales. Ateos que “se creen dioses con poder de decidir lo justo y lo injusto”, como los definió el actual administrador de San Pedro. Ah. También advirtió sobre “los abusos de una ciencia sin límites”. Uh. Abusos, esa palabrita que más te vale no tomar en vano. Rodríguez se entera, de paso, de que está mal usar condón, porque el mejor remedio para la tentación de la carne es la abstinencia. Se lo jadea, en cámara, una acalorada y bella chica en éxtasis, en éxtasis religioso.

TRES- Además, Rodríguez fue informado de que una de las medidas estrella de esta Jornada Mundial de la Juventud –rebaja de verano y oferta limitada del 16 al 21 de agosto– es el levantamiento de excomunión, sin filtros y vía confesión, para quien haya abortado y se muestre “verdaderamente arrepentido”. Si apenas se opta por elevar oraciones “con el corazón contrito”, se accederá a producto con menos prestaciones: “indulgencia parcial”. Absolutismo papal y decreto éste muy criticado por teólogos que lo compararon “con los edictos de faraones, señores feudales y dictadores”. A Rodríguez le parece una paradójica llamada a abortar para todos quienes dudaban: voy, aborto, me arrepiento, y listo. Y Rodríguez se pregunta cómo se certificará el arrepentimiento verdadero, cuáles serán las pulsaciones exactas de un corazón contrito. De acuerdo, Jesucristo es un personaje mucho más potente que Harry Potter –¡qué rápido se solucionarían los problemas de Grecia si facturara royalties retroactivos por eso de la democracia!– pero, bueno, ya son más de dos mil años de Iglesia recaudando derechos de autor. Autónomos abstenerse: “No se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia... La Iglesia no vive de sí misma sino del Señor...”, avisa y admite Benedicto XVI –quien, seamos sinceros, no es de lo más inspirado que ha ofrecido el casting vaticano y parece salido de esa taberna galáctica en Star Wars– mientras se queja y no deja de quejarse. Pero acaso lo más perturbador sea la terminología de los organizadores de la JMJ, más cercana a un Mad Man que al Holy Spirit: “No es un despilfarro, son gastos de gran austeridad. Además, es una ocasión única para hacer una campaña de marketing de Madrid incalculable”, precisó el secretario general de la Conferencia Episcopal. Pero lo que más inquieta a Rodríguez son esas ganas de su joven hija por irse ya a Madrid. La hija de Rodríguez habla y habla de la retrospectiva de Antonio López. Pero Rodríguez no puede evitar preguntarse si, en realidad, su hija no querrá ir a confesar algo que no se atreve a confesarle. Aunque enseguida se tranquiliza: su hija jamás ha sabido ni sabrá qué es eso de estar “verdaderamente arrepentido”. La única vez que Rodríguez sintió a su hija “contrita” fue cuando ella se cruzó con Johnny Depp por las Ramblas y no se atrevió a pedirle un autógrafo.

CUATRO- Y, ahora, Rodríguez mira fijo a patata frita milagrosa y jesuítica. ¿Qué hacer? ¿Parar la pelota? ¿Llamar a los medios? ¿Convertir su hogar en lugar de culto y peregrinación? ¿Como hizo ese mexicano que convoca a miles luego de meter en un frasco a una Tinker Bell de plástico asegurando que estaba viva cuando la encontró? Rodríguez se dijo entonces que había algo conmovedor en lo sobrenatural con marca Disney. Rodríguez se dijo que, en Peter Pan, el héroe pedía al público que aplaudiese para resucitar a Tinker Bell, mientras que Pater Ratzinger sólo parece pedir que lo aplaudan a él. El sábado por la noche, una tormenta de viento y lluvia se llevará volando solideo y cruz XXL, arrasará capillas prefabricadas, anegará millones de hostias e impedirá al Papa decir lo suyo contra la “cultura relativista”. Las masas allí reunidas, claro, no dudarán un segundo en certificar el milagro del “agua bendita del cielo” atraída por el Sumo Pontífice para refrescarlos luego de un día de calor africano. De haber sucedido durante lo de los laicos, seguro habría sido castigo divino. Aunque, para eso, estuvo la policía. Y así funciona el invento: se cree, como sea, en lo que se quiere creer. Todo bien. El problema empieza cuando, además, se quiere que todos crean eso. Rodríguez –en algún lugar entre sentirse un papafrita y rendirse a un Papa crudo– concluye que el Jesucristo en su Lay’s es demasiado estampita. Le hubiera conmovido más algo de línea primitiva, ancestral. Así que –ahí delante, Messi el Messías y la multiplicación de los goles a un Casillas fuera de sus casillas– Rodríguez se mete la sacra patata frita en la boca, mastica, traga, y a otra cosa. A otras patatas fritas. Sin mirarlas, sin miramientos, hasta que no quede ninguna. Amén.

jueves, 18 de agosto de 2011

Religiones


Tomado del facebook del Babá Milton de Sàngó
Mo dupé, babá mi...