Es hijo de un desaparecido y ahijado de Videla. Séptimo hijo varón, su madre gestionó el padrinazgo del dictador con la esperanza de dar con el paradero de su marido. Hace tres meses, su padre apareció en una fosa común. Ahora pide que la Iglesia le revoque el bautismo.
"Cuando era chico, me divertía contar que era el ahijado del presidente, Jorge Rafael Videla. A los doce años, cuando mi mamá me confesó que mi padre, Roberto Castillo, a quien nunca había conocido, no estaba de viaje en el exterior como yo pensaba, sino que había sido secuestrado y llevado por los militares, sentí odio por saber que el tipo que se llevó a mi viejo tenía un vínculo de fe conmigo. Hace tres meses, el cadáver de mi padre apareció en una fosa común en Avellaneda y ahora sólo sueño con desapadrinarme”, cuenta Gastón Castillo, de un tirón. Su historia, como su relato, también corta el aliento.
El 12 de enero de 1977, Roberto Castillo fue secuestrado por un comando de tareas en su casa ubicada en la localidad de Burzaco. En ese momento, su mujer, Josefa Beatriz García, estaba embarazada de cinco meses de su octavo hijo. Hasta el día del nacimiento, el 12 de mayo, tanto ella como Betty, su hija mayor, recorrieron comisarías con la esperanza de encontrar a Roberto con vida. Pero no obtuvieron ninguna noticia. Fue por eso que al nacer Gastón, a Josefa se le ocurrió agotar un último recurso: hacer uso de la Ley de Padrinazgo Presidencial por la cual el séptimo hijo varón o la séptima mujer de un matrimonio pueden pedir ser ahijados del presidente.
–¿Qué se proponía su mamá?
–Ella estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para encontrar a mi viejo y pensó que sería más fácil si decía que su hijo era el ahijado de Videla. Mi madre mandó una carta a la Junta Militar contando sobre el secuestro, demandando explicaciones y haciendo alusión a mi derecho como séptimo hijo. Enseguida le respondieron, sin dar explicaciones, que Videla no aceptaba esa carga. Pero a los quince días le mandan otra carta diciéndole que sí, y finalmente, el 10 de diciembre del ’77, hice mi bautismo en la Parroquia de la Inmaculada con un representante de Videla como tutor.
–¿Ayudó su condición de ahijado para acceder a algún dato?
–Nunca facilitó nada. Sólo me condicionó. De todas formas, entiendo la decisión que tomó mi mamá. Hasta hace tres meses, cuando apareció el cuerpo, yo tenía la esperanza de que él podía estar en otro país o podía haber perdido la memoria. No entiendo por qué se lo llevaron: mis hermanos me cuentan que era una buena persona, un laburante que era repartidor en una empresa de pollos y nunca había militado en ningún partido.
http://alejandrosamuel.galeon.com/miedo.htm
Agradezco a Matthew Moffett por haberme llamado la atención hacia el caso